Conocí a Marta cuando tenía 20 meses. A los 5 meses de vida tuvo un episodio de fiebre muy alta, al parecer meningitis. Desde entonces perdió la movilidad, permanecía totalmente inexpresiva y no reaccionaba en absoluto a ningún estímulo.
Como en esa época yo carecía de experiencia en este tipo de casos me ofrecí, sin compromiso para sus padres, a practicar Reflexología Podal y masaje combinados con esencias florales.
Al principio realizamos 3 sesiones por semana y antes de un mes, la niña comenzó a reaccionar a su entorno, a caminar (con dificultad) y a tener expresión en la cara. Por primera vez expresó un “no quiero” dándome un manotazo y rompiéndome las gafas, lo cual fue una alegría para mí, porque Marta hubiese sido incapaz de hacer eso antes del tratamiento.
Poco a poco empezó a mirar a su interlocutor a la cara, a reír, llorar, hablar y a tener iniciativas propias.
Como ejemplo: a los 3 meses del tratamiento le regalaron una bicicleta (triciclo), se la enseñaron, pero no la dejaron jugar con ella. En la madrugada, los padres se despertaron asustados al oír ruidos extraños en la casa. Era la niña que había salido de la cuna, se había subido en el triciclo y estaba dando vueltas por el salón. El único problema es que no sabía cómo parar.
El tratamiento duró dos años y medio. La familia, a pesar de los progresos evidentes, decidieron ponerle punto final. La evolución de Marta se interrumpió y sus capacidades quedaron estancadas en el punto donde lo dejamos.
Han pasado casi 15 años, puede caminar y hablar, aunque con poco vocabulario. Es capaz de defenderse y plantar cara a las situaciones, si bien tiene limitaciones, estas están muy alejadas de la inmovilidad y el bloqueo total con que llegó a nuestro centro.
Hemos tenido noticias suyas por un familiar y sabemos, que de vez en cuando, aún pregunta por nosotras y recuerda el nombre de todas las personas que la atendimos.
Gracias Marta por confiar en nosotras y sobre todo en ti misma.