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Gordofobia y otras fobias

Hace algunos dias una actriz fue abucheada y ridiculizada en las redes sociales por participar en una entrega de premios sin estar delgada, como todos sus colegas. Nadie dijo nada de su trabajo como artista, que era por lo que estaba allí.

Existen muchas formas de discriminación social. Unos individuos excluyen socialmente a otros por diversas razones: raza, religión, opiniones. También por sexo o preferencias sexuales, aunque ya no esté de moda.

Se pone una etiqueta a las personas y eso basta para verlas como inferiores (el que discrimina siempre se siente superior)

Últimamente la etiqueta “gordo o gorda” se pone mucho y es de por vida. Desde los niños en el colegio, en el trabajo, en las relaciones sentimentales y hasta la gente mayor soportan el menosprecio de otros. Se dice que los gordos son torpes y carentes de voluntad para solucionar su “problema”

Cierto que existen obesidades mórbidas que deben ser tratadas por un especialista en endocrinología, pero generalmente no es así, solo son estereotipos culturales. Existe diversidad en la forma de los cuerpos. Cada uno es como es.

Los primeros “gordófobos” son las propias personas con sobrepeso, que creen que solo serán felices cuando logren parecerse a los modelos aprobados socialmente. Pretenden perfeccionar sus cuerpos para acrecentar su valor social al obtener el beneplácito de los demás.

Algunos lo intentan sometiéndose a dietas y ejercicios diversos, obsesionándose hasta llegar a padecer trastornos alimentarios o a maltratar su cuerpo en gimnasios con entrenamientos extremos. Otros pasan por el quirófano para despojar el cuerpo de partes no deseadas.

En las tiendas solo hay ropa para personas delgadas, las otras son “tallas especiales”. La exposición positiva de cuerpos gruesos en los medios de comunicación es inexistente. A los actores gordos solo se les llama para papeles cómicos. Familiares, vecinos y “amigos” son los primeros en señalar a los gordos, argumentando que es por su salud. La discriminación funciona a la hora de conseguir un puesto de trabajo, una pareja sentimental o compañeros de juego infantil. Tendemos a una sociedad controlada y jerarquizada en base a apariencias superficiales.

Esto no siempre fue así, basta recordar los desnudos pintados por Rubens o Rembrandt para ver que el ideal de belleza era muy diferente. No hace tanto tiempo, en épocas en que escaseaba la comida, los gordos de todas las edades estaban ben vistos, en especial los bebés. Se asociaba su forma corporal a la salud, porque comer mucho era deseable.

Lo peor del caso es que los opinadores del tema nunca piensan por sí mismos, se acomodan al dictamen del rebaño, no dudan. Señalan, insultan, descalifican usando los argumentos de la manada para no ser deportados fuera del círculo social.

Parece que, para valorarse a sí mismos, hay que quitarles valor a otros:  gordos, viejos, homosexuales, pobres, enfermos, pecadores, anormales, inmorales y gente distinta a las normativas que marcan la aceptación social dentro de cada grupo.

Las sociedades civilizadas siempre se han dividido en clases jerarquizadas. Se supone que mientras más arriba estás, mayor nivel de felicidad. En la Roma imperial todos querían ser emperador, aún a riesgo de ser asesinados al poco tiempo por algún familiar para ocupar el puesto.

En resumen: usamos media vida para tratar de gustar a los demás y la otra mitad criticándoles para sentirnos superiores.

Es un juego ilógico que no nos hace más felices ni mejores. ¿No os parece que ya hemos jugado bastante?

Lluís Pifarré

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